ABC, en las entrañas de las bandas latinas: «Pagué miles de euros para poder dejar a los Trinitarios»
Hay momentos en que no puedes tomar las riendas de tu vida. Otros, en que sí. Eso es lo que le ha ocurrido a Mati en el antes y después de pertenecer a una de las bandas latinas más sanguinarias del panorama actual. Las palizas que recibía a diario desde los 4 años, cuando llegó a España, por parte de su madre, le llevaron a buscar otra familia en el lugar equivocado; el arrepentimiento y las ganas de llevar una vida normal, como la que tiene ahora, a sus 28 años, a salir de ese círculo vicioso de criminalidad.
Pero por el camino se dejó una infancia y una adolescencia en entrar y salir de los calabozos de la Policía, palizas a rivales y muchos atracos a personas anciana y desvalidas. Este joven ecuatoriano, ahora, es feliz porque se siente libre.
«En Secundaria, jugaba al fútbol en un equipo, pero al acabar las clases esperaba a que volviera mi padre para regresar a casa», dice, en referencia a que solo con su progenitor cerca se sentía más a salvo del maltrato de la madre. A los 13 años, conoció a un chico que se entrenaba con ellos: «Me invitó a ir a jugar con unos amigos suyos. Luego, a un cumpleaños, en el que había un grupito. Noté que ni siquiera podías hablarles o mirarles, porque tenían un estatus superior. Con la mirada te lo decían todo».
En su veintena de capítulos o grupos distribuidos en Madrid, esta organización criminal podía sumar hasta 200.000 euros al mes.
Cuanto más tiempo pasaba con ellos, menos lo hacía con su madre, pensaba. No le dijeron en esos primeros momentos que eran de una banda latina. «¿Quieres ser de nuestro grupo de amigos?», le ofrecieron. Y se agarró a un clavo ardiendo. «Me vendieron un diamante, pero resultó ser un diamante falso. Tuve que pasar pruebas para entrar en el grupo a los 14 años: cuando caminaba con alguno de ellos, en pleno auge de los Latin Kings [otra banda rival], me decían al cruzarnos con alguno: ‘¿Ves a ese? Ve a por él. Le pegué y él también me pegó. Fue a puñetazos, porque yo había hecho mucho kárate y artes marciales mixtas. Le metí tal paliza, que la camisa blanca que llevaba se quedó roja de la sangre», reconoce.
Pruebas de iniciación
El siguiente paso fue salir con ellos de noche. En verano, podía irse un día y regresar al siguiente de madrugada. «Las pruebas de iniciación son muchísimas, unas 50: violencia, robos, pegarme con gente, atracar a señoras mayores al salir del banco o robar joyas y cadenas valiosas al tirón… La duración de ese proceso la deciden ellos. Hasta que un día, cuando estábamos todos juntos, me dijeron: ‘Nosotros somos Trinitarios, y ahora somos tu familia. Y así pasé de ser el niño maltratado al maltratador», confiesa sobre esa primera etapa.
En su casa no supieron nada hasta que comenzaron a detenerle «un fin de semana sí y otro no»: «Me volví violento hacia mi padre y mi madre. Eran agresiones verbales y, en una ocasión, física», añade. Incluso fueron unos rivales con cuchillo a matarle a su casa.
Venta de drogas
La banda, catalogada por la Justicia como una organización criminal, le mandó al capítulo o grupo de Collado Villalba: «Estuve en un bloque okupa, pero me pasaron a un sitio aún más violento, en la Cubierta de Leganés. Allí empecé a crecer, a hacerme un ‘nombre’ dentro del grupo. Nos metíamos en peleas contra los Dominican Don’t Play [sus máximos rivales], había trapicheo, pues se mueve mucha marihuana».
«Todo esto se torna en violencia un día y otro… Yo mandaba a un grupo en el que íbamos con machetes. Afilábamos las hebillas de los cinturones y ya teníamos para darle a alguien en la cabeza y abrírsela; usábamos tijeras a las que habíamos dejado una sola hoja; empezamos a llevar armas de fogueo modificadas, que solo se pueden disparar dos veces porque a la tercera te estallan en las manos… En el colegio era súper violento y le di a un compañero con una silla en toda la espalda. La cuestión era que me respetaran por las buenas o por las malas». Y así es como estuvo detenido nueve veces siendo menor de edad y otras dos ya con 18 años o más.
«Las órdenes llegan desde la República Dominicana o la cárcel: hay un jefe en España, otro en Europa y otro a nivel mundial»
Hasta que puso pie en pared. Quería vivir tranquilo. «Estoy cansado y quiero salir de esto», explicó a los mandos. Hablaron entre ellos y decidieron que llevara las cuentas, y así estuvo varios años. Como tesorero, sabe el dinero que se movía: según el escalafón en la banda, eran cuotas de 5 a 50 o 100 euros semanales. Muchos, para ello, le roban el dinero a sus padres o atracan a ancianas. «Recaudábamos entre 6.000 y 10.000 euros al mes, con los robos de teléfonos móviles, las cuotas y la venta de droga. Y eso solo nuestro capítulo. Hay que tener en cuenta que en Madrid había 20 grupos de los Trinitarios», detalla. Es decir, la organización en nuestra región podría recaudar 200.000 euros al mes.
Castigos a palazos
Cuando ya sí que no pudo más seguir en la banda, la jerarquía («las órdenes llegan desde República Dominicana o desde la cárcel, porque hay un jefe en España, otro en Europa y otro a nivel mundial») decidió hacer una excepción con él, pero no le iba a salir gratis: le impusieron una multa de miles de euros que debía pagar en tres años si no quería que a él o su familia les «pasara algo». Amenaza de muerte. «¿Qué futuro tenía, si lo único que hacía era delinquir? Estaba tan desesperado por pagar, que pensé en atracar un banco. Trabajaba en la obra, de camarero, repartiendo publicidad…», hasta que pagó todo.
Él mismo llegó a ordenar castigos en el pasado: «Está el ‘360’, que consiste en rodear entre varios a quien no haya pagado la cuota y darle una paliza; el ‘tablazo’ o ‘batazo’, que no es otra cosa que golpear en la espalda con una tabla o un bate de béisbol al ‘díscolo’ hasta 15 veces; o hacerlo con la hoja del bolomachete que no corta, lo que duele mucho más».
Hasta que dio con el Centro de Ayuda Cristiano, donde ha encontrado el camino para encauzarse de nuevo. Siguió sus estudios hasta 1º de Bachillerato: «Ahora tengo mi coche pagado honradamente; tengo mi trabajo en una multinacional del bricolaje, vivo con mis padres de manera correcta. Si algún padre que esté pasando por una situación así lee esto, que sepa que hay salida. Y a los chicos jóvenes les digo que se dediquen a estudiar, que nadie sueña con ser de una banda, sino con tener un buen trabajo y no hacer daño».